Las mujeres bajo los ojos de «occidente»

Cuando ojeamos noticias en algún portal europeo como la BBC, la DW o AFP, en el apartado América Latina, siempre encuentra algo sobre mujeres pobres, indígenas y maltratadas por los “machos”.

En la alemana Deutsche Welle por ejemplo, leemos con fecha de abril 2021: “La igualdad de género es una asignatura pendiente”. La nota, complementada con un video, comienza: “El machismo sigue siendo un problema entre los pueblos indígenas de la Amazonía peruana, pero también en la selva las mujeres luchan por la igualdad de género» ¿De qué habla? Pues de la falta de teléfonos móviles para las mujeres en Santa Clara de Uchunya. Aclara, luego, que hay “matices” importantes: “El primero es que, en realidad, las mujeres uchunya sí tienen estos aparatos, solo que son de sus maridos”, por lo tanto, cuando sus maridos “salen de caza” ellas quedan incomunicadas, a menos que usen los teléfonos móviles de sus hijos quienes pasan horas buscando los puntos de wifi de las cercanías porque en la población no hay señal.

Mientras tanto, en el video que acompaña la nota, se puede ver cómo ellas lavan la ropa a mano, en palanganas, bajo el chorro de una canilla común a toda la comunidad. Semejante generalización bajo los “efectos etnocéntricos de los feminismos occidentales” a los que aluden autoras como Mohanty y Suarez, que permean la nota, son de una aberración informativa muy común, y como dicen: sentimiento de superioridad del norte depende del sentimiento de inferioridad del sur. Y viceversa (…) “el feminismo nace con una pretensión de universalismo semejante al que le ha excluido” . (Mohanty y ot., 2008, 67)

El problema de homogeneizar a las “mujeres” como grupo, como categoría de análisis estable, es que conlleva una unidad antihistórica fundada en la noción generalizada de su subordinación. En vez de analizar a las mujeres como grupos socioeconómicos y políticos dentro de contextos locales particulares, “esta jugada analítica limita la definición del sujeto femenino a la identidad de género, ignorando por completo identidades de clase o étnicas” (Mohanty, 2008, 67)

Las necesidades de las mujeres de Uchunya son tomadas de los intereses feministas tal como son articuladas en los Estados Unidos o Europa Occidental. Esto, “también lo hacen algunas académicas del tercer mundo al escribir sobre sus propias culturas con categorías analíticas de occidente (…) “es que la colonización en casi todos los casos implica una supresión, muchas veces violenta, de la heterogeneidad del sujeto o sujetos en cuestión” (Mohanty, 2008, 70-71).

¿Por qué son tan nocivos estos etnocentrismos para hablar de las luchas de las mujeres? Porque les quitan la posibilidad de resistencia y de agencia. Porque al generalizar, no se ve el verdadero problema que subyace en el fondo. “Se asume que todas las mujeres del tercer mundo tienen necesidades y problemas similares. Por lo tanto, sus objetivos e intereses deben también ser similares” (Id:91) Las feministas explican la subordinación de las mujeres dando por sentada su aplicación universal cuando “situaciones superficialmente similares pueden tener explicaciones radicalmente distintas y específicas históricamente, y no pueden tratarse como idénticas” (Id: 98).

En Santa Clara de Uchunya no es necesario un móvil por persona tanto como el agua; el tener uno o dos móviles por familia sobra para las actividades necesarias llevadas a cabo durante el día. Pero al querer imponer una visión monolítica de lo “necesariamente cultural” -entendido como la tecnología, y los celulares” se pasan por alto cuestiones mucho más importantes, que no pasan por el machismo, sino por políticas de distribución de recursos, o asimetrías entre poblados que sí afectan directamente a todos los uchunyenses, y no solo a sus mujeres. Porque en Uchunya el “género existe, pero lo hace en una forma distinta que en la modernidad” (Segato, 2021, 83) y en el mundo de la modernidad no hay dualidad complementaria, hay “binarismo” excluyente. Y este análisis binario frente a las mujeres occidentales, su encasillamiento como “mujer promedio del tercer mundo (léase ignorante, pobre, sin educación, limitada por las tradiciones, doméstica, restringida a la familia, víctima)” (Mohanty, 2008, 77) a la que las mujeres occidentales “cultas, clase media, académicas, libres, públicas, sin hijos y empoderadas” (haciendo un contrapunto con la mujer tercermundista promedio) “deben” enseñarles derechos. O sea, entrometerse, invadir un entramado que fue roto con la conquista y que hoy intenta atar cabos en medio de un proceso histórico que sigue siendo atacado por las repúblicas modernas y su sujeto por excelencia: el “hombre, blanco, pater-familiae -por lo tanto al menos funcionalmente, heterosexual-, propietario y letrado” (Segato,2021,90).

La meta de los proyectos de gobiernos, ONGs, de la prensa entera, debería promocionar la igualdad entre el colectivo de los hombres y el colectivo de las mujeres dentro de las comunidades.

Lo público, en la aldea, no es más importante que lo privado o doméstico, cada ámbito es político. Pensar que no es así parte de un eurocentrismo binario occidental que no resuelve violencias, ni brechas, solo las convierte en abismos y en estrés para sus habitantes, que tienen que lidiar no solo con sus tradiciones y contradicciones, sino con categorías de “libertad” o de “revolución” impuestas desde la misma colonialidad que las sumergió en lo hondo de la “civilización global”.

“El mundo moderno es el mundo del Uno, y todas las formas de otredad con relación al patrón universal representado por este Uno constituyen un problema” (…)A diferencia del «diferentes pero iguales» de la fórmula del activismo feminista moderno, el mundo indígena se orienta por la fórmula, difícil para nosotros; de «desiguales pero distintos». Es decir, realmente múltiplos, porque el otro, distinto y aún inferior, no representa un problema a ser resuelto ( Id: 96). Todos estos razonamientos, aclara Mohanty, no están en contra de la generalización, sino más bien a favor de generalizaciones cuidadosas e históricamente específicas que respondan a realidades complejas” (Mohanty, 2008:101).

La nota que disparó este escrito:
https://www.dw.com/es/la-revolución-silenciosa-por-los-derechos-de-la-mujer-en-la-amazonía/a-514963